Abandona las mentiras y haz algún esfuerzo por penetrar en tu interior y encontrar la verdad.
Ésa es toda la ciencia del zen. Por ello le he dado a esta serie de charlas el título de «Dios está muerto y ahora el zen es la única verdad viviente». Si Dios está muerto y no te acercas a la experiencia del zen, te volverás loco. Tu salud mental depende ahora del zen; es la única vía para encontrar la verdad. Entonces estás absolutamente conectado con la existencia; ya no eres un títere, eres un maestro.
Y un ser humano que conoce su relación, su profunda relación con la existencia, no puede hacer nada en contra de la existencia, en contra de la vida. Es simplemente imposible. Sólo puede prodigar tanta dicha, tantas bendiciones, tanta gracia como estés dispuesto a recibir. Pero sus fuentes son inagotables. Una vez que has encontrado tus fuentes inagotables de vida y de su éxtasis, entonces ya no importa si tienes un Dios o no. No importa si hay infierno o cielo. No importa en absoluto.
Las personas religiosas se quedan perplejas cuando leen el zen, pues allí no se habla de nada que se les haya enseñado desde el principio. Se habla de extraños diálogos que no tienen nada... ningún lugar para Dios, ningún lugar para el paraíso, ningún lugar para el infierno. Es una religión científica. Su búsqueda no se basa en la creencia, su búsqueda se basa en la experiencia. De la misma manera que la ciencia se fundamenta objetivamente en la experimentación, el zen se fundamenta subjetivamente en la experiencia. Una ciencia se dirige hacia afuera, la otra se dirige hacia adentro.
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