jueves, 22 de mayo de 2008

El erudito vive cómodamente en sus hipótesis inventadas

, en sus conoci­mientos prestados, en su respetabilidad. No anhela experimentar la vida por sí mismo. Le gustan demasiado la comodidad y la respetabilidad, cosas que para un buscador no significan nada.


¿Qué puede dar la respetabilidad, el respeto de los ignorantes, de los que no saben nada?


Te respetan pensando que eres sabio porque puedes citar las escrituras. Pero la idea misma de ser respetado por los ignorantes va contra el orgullo de un hombre auténtico.

Y la comodidad es una muerte lenta. Pronto la muerte estará golpeando tu puerta y entonces, ni la comodidad podrá salvarte, ni la respetabilidad será un escudo. Lo único que puede salvarte es tu propia realización de la verdad, tu propio conocimiento del significado de la vida.

Pero los eruditos no tienen el coraje suficiente como para abandonar toda co­modidad, toda respetabilidad y declarar ante el mundo:


" No soy un sabio, no todavía. Ahora voy a buscar, y voy a arriesgar todo para tener al menos un vis­lumbre de la belleza y el éxtasis de la realidad. He vivido demasiado de pala­bras, ahora quiero experiencia real".


Y la experiencia real no tiene palabras. Es un sabor, es una nutrición, te vuelve pleno. La palabra" amor" no es amor. El amor es una profunda danza de tu corazón, un regocijo de tu alma, un desbordamiento de tu vida, un compar­tir con aquellos que están, receptivos y dispuestos. Pero la palabra" amor" no tiene nada que ver con esto.


Cuando se las dan de sabios, sus pequeños dichos y verdades me hacen es-

tremecer: su sabiduría despide con frecuencia hedor a ciénaga.



Huele mal, hiede, es realmente desagradable. Si has conocido algo por ti mismo, entonces puedes ver que todos los así llamados eruditos están cargan­do cadáveres. Y se jactan acerca de qué cadáver es más antiguo. Cuanto más podrido está el cadáver, cuanto más antigua es la escritura, más grande es el erudito.

Por cierto que los eruditos hieden. Pero el hombre inocente, que ya no está cargado con libros polvorientos, que ya no está viviendo en polvorientos cuar­tos de erudición, que ha salido al aire libre, bajo el cielo... tiene a su alrededor una fragancia... la inocencia tiene una fragancia, tal como los conocimientos tie­nen un olor desagradable, porque los conocimientos vienen de cadáveres y el conocer viene de una fuente de vida viva.


Son hábiles y tienen dedos astutos: ¿qué es mi simplicidad en comparación

con su diversidad?


Osho- Zarathustra , el profeta que rìe"


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