La reacción viene del pasado; la respuesta siempre está en el presente.
Pero normalmente reaccionamos: ya lo tenemos todo preparado dentro. Alguien hace algo y reaccionamos como si hubiesen pulsado un interruptor. Alguien te insulta y te enfadas; eso ha sucedido antes, y siempre ha sucedido de la misma manera. Se ha vuelto casi como un interruptor: alguien lo pulsa y tú te enfadas. No hay ni un solo momento de espera, ni un solo momento en el que contemplas la situación... porque puede que la situación sea diferente. Puede que la persona que te está insultando tenga razón. Puede que simplemente te haya revelado una verdad, y por eso te sientes insultado. O puede que esté absolutamente equivocado, o puede que sea simplemente una persona vil. Pero tienes que considerar a la persona: si tiene razón, tienes que agradecerle, porque te ha enseñado algo. Ha mostrado compasión hacia ti, ha sido afectuoso llevando una verdad a tu corazón. Puede que te duela, pero eso no es culpa suya.
O, quizá, es simplemente estúpido, ignorante. Sin saber nada de ti, ha dicho algo impulsivamente. Entonces no hay necesidad de enfadarse; simplemente está equivocado. A nadie le preocupa algo que es absolutamente erróneo. A menos que haya algo de verdad en ello, nunca te irrita. Te puedes reír de ello, de lo completamente absurdo que es. Es ridículo.
O la persona es simplemente vil y así es como se comporta. Insulta a todo el mundo. De modo que no te está haciendo nada a ti en particular; simplemente está siendo como es; eso es todo. Así es que, de hecho, no es necesario hacer nada. Es simplemente ese tipo de persona.
Alguien insultó a Buda. Su discípulo Ananda le preguntó:
«Yo me estaba enfadando y tú te mantuviste en silencio. Al menos deberías haberme permitido decir algo; yo le habría corregido».
Buda dijo: «Me sorprendes. Primero me sorprendió él, y ahora me sorprendes tú. Todo lo que decía era irrelevante. No tiene ninguna relación con nosotros, así que ¿por qué entrar en ello? Pero tú me sorprendes aún más: te has disgustado, pareces enfadado. Eso es una tontería. Castigarte a ti mismo por el error de otro es absurdo. Te estás castigando a ti mismo. Cálmate. No hay necesidad de enfadarse... porque la ira es fuego. ¿Por qué estás quemando tu propia alma? Si él ha cometido algún error, ¿por qué te castigas a ti mismo? Es estúpido».
Pero reaccionamos.
He oído que:
Un hombre le decía a uno de sus amigos:
—Para complacer a mi mujer, he dejado de fumar, de beber y de jugar a las cartas.
—Eso debe de haberla hecho muy feliz —dijo su amigo.
—No, no ha sido así. Ahora, cada vez que empieza a hablarme, no se le ocurre nada que decir.
La gente vive vidas mecánicas, como de robot. Si tu mujer te ha estado regañando continuamente para que dejes de fumar, y crees que será feliz si lo dejas, te equivocas. Si fumas, es infeliz, y si dejas de fumar, será infeliz porque entonces no encontrará ninguna escusa para regañarte.
Una mujer me dijo que no quería que su marido fuera perfecto.
Le pregunté: «¿Por qué?», y me dijo: «Porque me encanta refunfuñar».
Si el marido es perfecto, ¿qué vas a hacer? Te quedarás aturdida.
Obsérvate, observa a los demás, y verás cómo se están comportando de una forma mecánica: inconscientes, como sonámbulos, caminando dormidos.
La reacción es de la mente; la respuesta es de la no-mente.
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