martes, 22 de abril de 2008

La envidia es comparación.

Pero hemos sido educados para comparar y programados para comparar; para comparar siempre.

Fulano tiene una casa mejor, fulana un cuerpo más bonito, uno tiene más dinero y el otro una personalidad más carismática. Com­para; no pares de compararte con todo aquel que pase por tu lado, y el resultado será una gran envidia; es un subproducto de la pro­gramación para comparar.
Si, por el contrario, dejas de comparar, la envidia desaparece. Lo único que sabes es que tú eres tú y que no eres nadie más, ni falta que te hace. Es una suerte que no te dé por compararte con los árboles, si no te pondrías muy envidioso: ¿por qué no eres verde?, ¿por qué Dios ha sido tan duro contigo y no te ha puesto flores? Y más te vale no compararte con los pájaros, los ríos o las montañas, o acabarías padeciendo. Compárate sólo con los seres humanos, pues has sido programado para compararte únicamen­te con los seres humanos; no te compares con los pavos reales o los loros. De lo contrario, tu envidia no parará de aumentar: aca­barás tan repleto de envidia que no te dejará vivir. La comparación es una actitud muy ridícula, puesto que cada persona es única e incomparable. Una vez asimilado ese convencimiento, la envidia desaparece.
Cada cual es único e incompara­ble. Sólo eres tú mismo: no ha habido ni habrá nadie como tú ni tienes por qué parecerte a nadie.
Osho- El ABC de la Iluminación

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