viernes, 7 de diciembre de 2007

Mi madre me solía preguntar:




-¿Por qué no te quedas nunca en casa por la noche?


-Imposible -le dije-. Tengo que ir a ver a mi abuela, especialmente por las noches, cuando se siente tan sola sin Nana, mi abuelo. Durante el día está bien, está ocupada y hay mucha gente alrededor, pero por la noche, sola en su cuarto, si no estuviese yo se echaría a llorar. ¡Tengo que estar ahí! -y me quedé ahí siempre, todas las noches, sin excepción.

Durante el día estaba en el colegio. Sólo por la mañana y por la tarde pasaba algunas horas con mi familia: mi madre, mi padre y mis tíos. Era una familia numerosa, pero siempre me sentí extraño, nunca me sentí parte de ella.

Mi familia era mi abuela, y me comprendía porque me había visto crecer desde muy pequeño. Sabía de mí más de lo que podía saber cualquier otra persona, porque me permitía hacer todo..., todo.

En India, cuando llega el festival de las luces, mucha gente se aventura en el juego. Es un extraño ritual: se permite el juego durante tres días; después te pueden detener y castigarte.

Le dije a mi abuela:

-Quiero jugar.

-¿Cuánto dinero necesitas? -me preguntó.

Yo no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Creía que me iba a decir: «Nada de juego.» Y, sin embargo, dijo: «¿Así que quieres jugar?» Me dio un billete decien rupias y me dijo que fuera a jugármelo donde quisiese, porque sólo se aprende con la experiencia.


Osho-"Vislumbres de una infancia dorada"

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