y me trasladé a otra ciudad para entrar en la universidad, me despedí de mi padre, de mi madre, de mis tíos y de toda mi familia, sin llorar. Nunca he sido de los que lloran con facilidad. Pero ese mismo día lloré al despedirme del árbol bodhi. Sigue siendo como un faro. Y mientras lloraba, tuve la absoluta certeza de que el árbol tenía lágrimas en los ojos, aunque yo no podía ver ni sus ojos ni sus lágrimas. Pero sí podía sentir... Cuando acaricié el tronco del árbol noté su tristeza, y que me decía adiós, que me daba su bendición. Y fue mi último encuentro con él, porque cuando volví, al cabo de un año, por alguna absurda razón lo habían derribado y se lo habían llevado.
Osho- Alegrìa pag 20
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