Recuerdo otra vez la aldea donde nací.
Para empezar, es incomprensible por qué la existencia eligió ese pueblecito. Es como tenía que ser. El pueblo era precioso. He viajado a lo ancho y a lo largo, pero nunca he visto una belleza equiparable. Uno nunca vuelve a lo mismo. Las cosas vienen y van, pero nunca es lo mismo.
Puedo verlo todavía, un pequeño pueblo. Unas cuantas cabañas cerca de un estanque y los altos árboles donde solía jugar. En el pueblo no había escuela. Esto tiene mucha relevancia porque, durante casi nueve años, no recibí educación, y esos son los años más importantes. Después, aunque lo intenten, ya no te pueden educar. En cierto sentido, todavía sigo sin educar, aunque tenga muchos títulos. Cualquier persona carente de educación los podría conseguir. Y no cualquier título, sino un título de maestro de primera categoría; eso también lo puede hacer cualquier tonto. Todos los años lo hacen tantos tontos que no tiene importancia. Lo importante es que durante los primeros años no recibí educación. No había colegio, ni carretera, ni ferrocarril, ni oficina de correos. ¡Qué bendición! Ese pequeño pueblo era todo un mundo. Incluso en mis épocas alejado de aquel pueblo seguía en ese mundo, sin educar.
Osho- "Vislumbres de una infancia dorada"
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