jueves, 3 de enero de 2008

El niño es inocente.


El niño no ha preguntado sobre Dios, pero los padres le han forzado a creer que Dios creó el mundo.

Esto es pura corrupción. El niño es inocente; confía en su padre, en su madre, sus hermanos, hermanas, vecinos. Confía; no puede pensar que le están engañando. No tiene ningún motivo para pensar que todos lo están engañando. Todos lo aman, ¿por qué van a engañarlo? Y ahí está la complejidad...
Todo el mundo miente sobre la verdad absoluta, sin saber nada. Sin haber experimentado bombardean a sus hijos con tanta basura ;que va a entorpecer el propio progreso del niño, la pureza de su consciencia. Es un amor muy inconsciente. No saben lo que están haciendo. Sus padres han hecho lo mismo con ellos y, simplemente, lo repiten.
Y de esta forma una generación pasa todas sus enfermedades a la otra generación. Y durante siglos, toda clase de ideas absurdas prevalecen porque hay gente que cree en ellas. Están dispuestos a morir por esas ideas, y esas ideas son simple ficción. La complejidad viene porque el niño, por pura necesidad, tiene que crecer con personas que son inconscientes; no pueden pero perjudican. Van a pasarles sus mentes, sabiendo perfectamente que sus mentes no les han ayudado, que sus mentes y sus ideologías no les han liberado. Pero todavía creen que algo es mejor que nada: “Quizá nosotros no hemos trabajado duro. Quizá no hemos sido lo suficientemente disciplinados con nuestras propias filosofías. Las filosofías no son erróneas, nosotros lo hemos hecho mal.” Y es justo lo contrario: las filosofías son las que son erróneas.
Osho

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