En ningún otro lugar del mundo hay ahora un interés tan profundo en la religión como en América. Así tiene que ser. Si les preguntas a los pobres hindúes por qué vinieron a
Estoy aquí, en Poona.
¿Cuánta gente ves aquí de Poona?
Ni siquiera una persona que puedas reconocer. Simplemente, se preguntan por qué estos locos vinieron de Occidente para escucharme. Deben haberse vuelto locos; o tal vez yo los haya hipnotizado, pero algo debe andar mal. Ni siquiera necesitan molestarse en venir y escuchar, para ver si algo anda mal o no. Ya están convencidos de ello. ¿Por qué? No son ricos ni exitosos, no están establecidos. Cuando fracasas en este mundo... Primero, luchas por triunfar en este mundo materialista; cuando lo logras, esperas triunfar también en el otro mundo.
Entonces, éste es mi punto de vista: que sólo un país rico puede ser religioso. A veces, las personas pobres pueden ser religiosas, porque los individuos pueden ser excepciones; pero las masas, nunca. A veces sucede que una persona pobre se vuelve religiosa y logra acceder a lo esencial (Nank, Kabir, Jesús), pero por lo general las masas no pueden ser religiosas, salvo que estén establecidas.
La religión es el último lujo. Y no lo digo en tono de condena. Es así: hay que poder afrontarla. Y, cuando lo tienes todo y sientes que no tienes nada, surge por primera vez un profundo interés por buscar lo desconocido.
La religión torna la vida como un misterio. ¿Qué puedes hacer con un misterio? No puedes hacer nada por el misterio, pero puedes hacer algo por ti. Puedes tornarte más misterioso, y entonces lo semejante puede unirse a lo semejante, lo equivalente puede unirse a lo equivalente.
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