viernes, 11 de julio de 2008

Miramos lo que no es familiar;

miramos lo que nos impresiona por desacostumbrado. Dicen que la familiaridad engendra desprecio: engendra aburrimiento.

Escuché esta anécdota: dos hombres de negocios muy ricos se relajaban en la playa de Miami. Estaban tumbados dándose un baño de sol.

Uno comentó:
—No entiendo qué ve la gente en Elizabeth Taylor, la actriz. No entiendo qué ven, por qué enloquecen así. ¿Qué tiene? Sácale los ojos, sácale el cabello, sácale los labios, sácale la figura, y ¿qué queda, qué tienes?
El otro gruñó y replicó con tristeza:
—Mi esposa, eso queda.

Eso es lo que se ha hecho de tu esposa, de tu marido: no queda nada. Debido a la familiaridad, todo ha desaparecido. Tu marido es un fantasma; tu esposa es un fantasma, sin figura, sin labios, sin ojos, sólo un feo fenómeno. Esto no siempre fue así. Una vez, te enamoraste de esa mujer, pero ella ya no está ahí; ahora no la miras en absoluto.
En realidad, maridos y mujeres evitan mirarse uno a otro. Me he alojado con muchas familias y las observé. Maridos y esposas evitan mirarse uno a otro. Han creado muchas formas de evitarse; siempre se sienten incómodos cuando se los deja solos. Los invitados siempre son bienvenidos, porque cuando vienen, ambos pueden mirarlos y así se evitan mutuamente.

Osho-"Un Pájaro al Viento"

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