Pensad en un árbol. Podéis llevar un árbol al interior de la habitación y, en cierto sentido, estará protegido; el viento no lo azotará.
Cuando las tormentas bramen en el exterior, se hallará fuera de peligro.
Pero no habrá desafío; todo estará protegido.
Podéis ponerlo en un invernadero, pero poco a poco palidecerá, no estará verde.
Algo en lo más hondo comenzará a morir ,porque el desafío modela la vida.
Esos vientos fuertes que golpean con dureza no son realmente enemigos.
Esos vientos fuertes que golpean con dureza no son realmente enemigos.
Os ayudan a integraros. Dan la impresión de que os van a desenraizar, pero al luchar con ellos os enraizáis.
Enviáis las raíces más hondo de lo que puede alcanzar y destruir la tormenta.
El sol está muy caliente y parece que quemará, pero el árbol succiona más agua para protegerse contra el sol.
Se vuelve más y más verde. Luchando con fuerzas naturales, alcanza cierto grado de alma.
El alma solo surge mediante la lucha.
Si las cosas son muy fáciles, empezáis a dispersaros.
Os desintegráis poco a poco, porque la integración no es en absoluto necesaria.
Os convertís en niños caprichosos.
De modo que cuando surja un desafío, vividlo con coraje.
OSHO